¿Tienes un mueble viejo y no te gusta? ¿Estás pensando en tirarlo? ¡Ni se te ocurra! Aquí no tiramos nada siempre que podamos reciclarlo para construir algo sostenible y precioso. El reciclaje es más que una moda, para nosotros es un estilo de vida.
Si consumimos con más responsabilidad y damos una segunda oportunidad a aquello que ya no usamos, nuestro bolsillo y el planeta lo agradecerán
En los últimos meses, esta tendencia ha ido al alza y cada vez son más las personas y las marcas que se apuntan al upcycling. Además, el proceso no tiene porqué ser complicado. Sólo es necesario que conozcas algunos pasos que te ayudarán a hacerlo con más agilidad y seguridad.
Hoy te vamos a mostrar un Ikea hack de los más práctico: cómo convertir una vieja y estropeada mesa de Ikea (las famosas Lack), en un silloncito muy mono. Sí, sí. Una mesa en un sillón. ¿Quieres verlo?
Empieza la transformación
Cuando la empresa donde trabajaba un familiar cerró, regalaron muchas cosas y nosotros nos trajimos todo lo que nos cabía en el coche. En el pack habían 3 mesitas Lack que fueron las primeras inquilinas de nuestra actual casa y posteriormente, del apartamento de mis padres. Mi madre las usaba como mesa para Bosco: comer, pintar, jugar… En la foto puedes ver cómo se habían deteriorado.
Así que ahora, he decidido rescatarlas y darles esa segunda oportunidad que merecen, aunque con otra función.
Vamos al lío: lo primero que tienes que hacer es desmontar la mesa, para poder trabajar cómodamente con ella.
En mi caso, el color de las patas lo determinó la tela que pude encontrar. En mi pueblito bueno no había muchas opciones y desplazarme hasta Valencia no estaba entre mis planes. Encontré una preciosa tela rosa pero como el destino de las mesitas iba a ser nuestro taller, lo descarté porque Manuel me mata si le meto más rosa allí 🙂
Así que pinté las 4 patas de una mesa en de Elegant Rose de la chalky look de Fleur Paint y las otras 8 patas en Black. Mientras secaban, pasamos a tapizar la base. Para fijar la espuma a la mesa, usé un poco de adhesivo en spray. Después, es mejor darle algo de forma para que la superficie quede más redondida y confortable. Recórtala con una navaja, cuchillo o cúter.
Después, hay quien añade una espuma más finita y flexible. A mí el tapicero me dijo que no era necesario, así que le puse directamente la fibra esa blanca que ves en las fotos y que yo llamo guata, pero que también hay quien le llama boatiné.
La guata hay que fijarla con grapas lo más tensa que puedas. Poniendo la primera grapa en el centro de uno de los lados. La segunda justo enfrente. La tercera en uno de los lados opuestos y así sucesivamente hasta ir acercándote a las esquinas.
Con un trozo de tela, cubre la espuma. Deja que sobresalga un poco para poder sujetarla por el lado trasero de la base de la mesa con una grapadora para tapizar. Es importante que dobles la tela sobre sí misma como para hacer una orilla. Especialmente si como yo, no estás usando una tela especial para tapizar. Esto evitará que la tela se desagarre fácilmente con el uso.
La manera de proceder es la misma que con la guata. Del centro hacia afuera alternando un lado y su contrario. Pero antes de esto, yo coloqué las patas, ya que en esta mesita van muy al borde y así sería mejor arreglar las esquinas después.
Finalmente, quería crear algún tipo de conexión entre las tres mesas. Eso de tener tres grises y una rosa, quedaba raro. Así que decidí pintar las patas de un segundo color, en caso de las negras, en rosa y en caso de las rosas, en negro. Usé una diagonal, para crear un efecto optico de geometría.
Para pintar las patas, un poco de cinta de carrocero y delimitamos la zona a pintar.
Y por último, te recomiendo que apliques una capa de cera para proteger la pintura. La melamina de Ikea es especialmente grasa y sin una buena protección se te deteriorará antes.
Este es el resultado. Interesante, ¿no?
Seguro que tú tienes un montón de ideas… ¡Atrévete a llevarlas a cabo!
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