Si a mi neura por los palets le unes que hacía tiempo que quería hacer algo con la mesa de café de mi salón que, como puedes ver en las fotos, estaba echa polvo, el proyecto estaba servido.
Ya sabes que a mí lo de reutilizar muebles y objetos me gusta, ¿verdad? Bueno, pues si a esto le añades un palet… ¡Me vuelvo loca! Te confieso que he llegado a irme de viaje y traerme uno recogido de la calle en plan souvenir 😛
La mesa estaba compuesta por una pieza de melamina y unas patas metálicas. En la melamina hasta se habían creado burbujas, por lo que pintarla no era una opción ya que la superficie no se podía lijar. Así que por fin me puse manos a la obra. Unos palets, herramientas y motivación a tope. ¿Quieres ver cómo lo hice? Te lo cuento 😉
Como quería conservar las patas de mi vieja mesa, lo primero que hice fue desatornillarla y apartar las patas para después darles un repasito con pintura.
¿Cómo reciclar un palet?
El primer paso es desmontar los palets. Es un proceso largo y costoso, por lo que hay que tener mucha paciencia. Hace falta maña y fuerza. Algunos clavos es difícil sacarlos y es fácil que un listón se parta, así que, paciencia y más paciencia.
Una vez desmontados, tuve que lijar las piezas para eliminar asperezas. Lo ideal será cepillarlas con un cepillo de carpintero para que el acabado sea mejor. Si te animas, ¡eres de las mías! si no, te quiero igual 🙂 y con la lija también puedes tener un buen resultado.
Considera usar una cola de poliuretano, que es súper resistente.
Mientras se secaba la cola, me puse a pintar las patas de la mesa. Utilicé spray para llantas porque me encanta su textura plata mate y es una pintura muy resistente, lo ideal para una mesa con tanto tute.
Cuando todo esté bien seco, hay que unir las patas al tablero.
Por último, para pintar el tablero utilicé la un bote que tenía empezado de Chalk Paint en el formato de dos litros, porque la pintura es menos espesa y era perfecta para el acabado tipo pátina que quería conseguir. Le di una sola pasada (y no muy bien dada), ya que lo que buscaba era solamente darle un matiz de color y que se viera la beta de la madera.
Una vez secó la pintura, que seca súper rápido, lijé suavemente la superficie, pero vamos, algo suave, como pasar un trapo, sin insistir mucho. Finalicé con una capa de cera incolora para que tuviera un acabado más suave y mayor resistencia a los golpes, a los roces y a mi hijo 🙂
¡Voilá! Este es el resultado
¿Qué te parece mi nueva mesa? Qué ganas tenía de hacerle un cambio al comedor. Ya ves que con tres cosillas y un poco de creatividad, puedes darle un nuevo giro a cualquier cosa. Ains… ¡Qué contenta estoy!
Deja un comentario